sábado, 21 de diciembre de 2013

Frozen, el reino del hielo

Titulo original: Frozen
Año: 2014
Duración: 1h 42 m
País: EE.UU
Director: Chris Buck, Jennifer Lee
Guión: Jennifer Lee
Producción: Walt Disney Pictures
Genero: Animación
Valoración: *****



Ir al cine con niños es una actividad muy saludable; y no lo digo porque se adueñen de chuches, palomitas y bebidas azucaradas que se ahorra nuestra dieta sino porque, de alguna forma, nos recuerdan que el cine dirigido al público infantil 'casi' siempre transmite unos valores que pueden proyectarse a la educación y charla posterior a la película. Cuando la factoría es Disney tenemos ciertas garantías con lo anterior. Y no sé ustedes, pero una cuando ve una  del creador de Mickey Mousse siempre sale con una sonrisa en la cara y una dosis menos de esa mala leche que nos satura el devenir de la época que nos está tocando vivir.



Frozen está basada  en el cuento de Hans Christian Andersen "La reina de las nieves" y es toda una garantía de taquilla en época navideña por la base de su narración y escenificación representados en postales nevadas. Dos hermanas, Anna y Elsa, viven en un reino condenado por una profecía a un invierno eterno. Anna se unirá a Kristoff para poner fin al frío e intentar salvar al reino de la destrucción.  Del propio frío nace la moraleja o idea central del filme, de como los sentimientos entre humanos también pueden vivir congelados, encerrados en una nevera y como el calor de la bondad puede descongelar un corazón y el de todo un reino. 



Como en toda película de Disney que se precie las partes musicales están bastante presentes; en esta me atrevería a afirmar que lo están más de la cuenta. Demasiados números para una narración con acción que podría haber prescindido de parte de ellos. En cuanto a los roles de los personajes, resulta curioso como, casi sin darnos cuenta, llegamos a los últimos minutos de la película sin apreciar malas intenciones. La factoría vuelve a hacer gala de su intención educativa con la moraleja de no fiarse de las buenas apariencias por muy guapas y gentiles que sean. 



Si en Nemo teníamos a Dori, un pez sin memoria o en El Rey León a Timón y Pumba como los personajes amorosos que ponen el toque de humor al metraje, en Frozen podemos ver a Olaf, un muñeco de nieve creado por Elsa que irradia toda la felicidad que le falta a su alma matter, un cubito de hielo dicharachero y parlanchín de lo más abrazable. Y es que en las películas de animación, como ocurre en las ficciones con personajes de carne y hueso, los personajes secundarios siempre se quedan con un trocito de nuestro corazón. Olaf ya tiene una pizquita del mio y apuesto a que se convertirá en un objeto de merchadising muy rentable.


Recomendada para ver en familia, para adultos cansados de la cruda realidad y en general para todo el que quiera ser espectador de una película con más efectos entrañables que especiales.

lunes, 16 de diciembre de 2013

La mejor oferta

Título original: La migliore oferta
Año: 2013
Duración: 131 minutos
País: Italia
Director: Giuseppe Tornatore
Guión: Giuseppe Tornatore
Música: Ennio Morricone
Fotografía: Fabio Zamarion
Producción: Paco Cinematográfica/Unicredit
Género: Thriller
Reparto: Geoffrey Rush, Donald Shutterland, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks
Valoración: *****
 
Las películas protagonizadas por maniáticos siempre juegan con ventaja. La manía del personaje genera curiosidad; normalmente es un tipo raro al que vamos descubriendo conforme pasan los minutos, el espectador se convierte en testigo único de sus secretos y, en el mejor de los casos, comienza a entender su situación.
Algo parecido ocurre con La migliore oferta



Virgil Oldman, un millonario vendedor de antigüedades, recibe el encargo de una misteriosa joven de vender las obras de arte heredadas de sus padres. La mujer sufre agorafobia, enfermedad que la mantiene aislada del resto del mundo. El trastorno de esta y la curiosidad del corredor por el extraño universo que la rodea  transformará totalmente el modus vivendi de Virgil y su concepto sobre el amor.


La mejor oferta es una fábula sobre lo verdad, la mentira, la soledad, lo material y las falsas apariencias. Giuseppe Tornatore dibuja el perfil de un ser tedioso, inmerso única y exclusivamente en su profesión, pulido en identificar falsificaciones; un personaje que vive rodeado de una opulencia artística conseguida a través del engaño. La vida de Virgil es una completa y absoluta mentira en la que no cabe la verdad. 



El director de Cinema Paradiso parte de la imitación artística para llevar esa actitud al resto de las situaciones que van sucediendo a lo largo del guión. El único amor de Virgil vive forrando las paredes de una habitación en la que cuelgan de sus paredes decenas de retratos femeninos de todas las épocas. 



Es precisamente en las entradas a ese bunquer donde Geoffrey Rush se introduce en lo más profundo del personaje con una fascinación tal que roza la obscenidad. Y no exagero si describo esas entradas a la habitación de oro como escenas lujuriosas en las que Virgil llega a ser un autentico proxeneta de la pintura y que las únicas relaciones sexuales que mantiene con el sexo femenino viven impregnadas en tela y oleo.


Si hay algo sobre lo que descansa el relato de Tornatore son las estancias en las que discurre. Por un lado asistimos como espias al tesoro de Virgil, su colección de arte y su soledad, un espacio en el que ni siquiera el eco puede manifestarse si no rebota contra los lienzos colocados minuciosamente sobre las paredes. Como comentaba más arriba es probablemente el momento más onanista que el coleccionista deja patente, superior incluso al que protagoniza en la cama con una mujer de carne y hueso.


 Sobre un guión lineal, tranquilo pero repleto de misterio y unas pizcas de suspense hitchcockiano que no despunta pero hace digna presencia, los personajes que rodean a Virgil vagan confundiendo al espectador con sus verdaderas intenciones para disparar discreta pero sagazmente en el desenlace de los hechos. 

viernes, 13 de diciembre de 2013

La Herida

No sé si han notado alguna vez una presión en la garganta, una sensación de ahogo provocada por la angustia que no te deja tragar saliva, que te cierra la glotis. Es algo que ocurre en una situación de estres, provocada por nervios, miedo y otras situaciones similares que no somos capaces de controlar. Nunca me había ocurrido en el cine hasta que vi La Herida. Y es que si tuviera que atribuir a la película un adjetivo rápido y visceral sería el de agobio. Olvídense del Dogma y sus encuandres cámara en mano, no estamos hablando de lo mismo. Fernando Franco envuelve el guión en el personaje de Ana metiéndonos esa desazón en el cuerpo a través de un texto implícito, primeros planos herméticos -casi tanto como la que los ocupa- un predominio de la luz natural y una interpretación, la de Marian Álvarez, magistral, por la que se llevo el premio especial del jurado a la mejor actriz y el Astor en el festival de Mar de Plata.



La Herida es un film frío, realista, que convierte lo desconocido en cercano y que consigue centrar la atención del que la ve sin adornos y esfuerzos monetarios. La película que comenzó como un proyecto documental para intentar dar un enfoque sobre las enfermedades mentales y que finalmente se convirtió en una ficción no pierde su propósito inicial y aproxima al espectador a la cuesta abajo sin freno de su protagonista, con una estética más próxima al género que se propuso que a la dramática.



Franco narra la historia de una mujer de 28 años que, aunque plenamente satisfecha con su vida laboral como auxiliar de transporte sanitario,  tiene problemas a la hora de relacionarse en sociedad. Ana sufre un Trastorno Límite de la Personalidad que le lleva a encerrarse en si misma, a autolesionarse y sufrir en silencio el dolor que le provoca enfrentarse a su vida y a los que forman parte de ella. Cuando cae la noche el alcohol, las drogas y el sexo sin sentido se convierten en su vía de escape. Frustrada por una relación rota y una situación familiar nada halagüeña, la protagonista busca alivio en su propio dolor, autodestruyéndose y olvidándose de si misma.



Tal y como explicó su director cuando el largometraje fue presentado en la última edición del festival de cine de San Sebastian, el guión de ficción es el resultado de un documental fallido. Franco decidió cambiar el rumbo del proyecto al conocer de la mano de especialistas que era contraproducente para los pacientes verse protagonistas de sus propios trastornos además de que la presencia de las cámaras podía adulterar su comportamiento.



La Herida no es una película de fácil asimilación. Y ya no por conocer todo lo anterior sino porque su carácter minimalista, intimista y personal puede dejar frío al que la ve, inquieto, atascado en su visión -como intentaba explicar más arriba- pero lo que no creará es indiferencia y de ser así será porque la situación inicial o preconcebida de la cinta habrá sido capaz de corromper la idea sobre esta. No tienen que tener unos ojos curtidos en el tema, tampoco tienen porque saber de qué va todo esto de las enfermedades mentales; el film es una aproximación a todo lo anterior a la par de valiente y psíquico, muy psíquico.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Un asunto real: La Dinamarca desconocida

El cine de época no siempre resulta atractivo. Esto ocurre básicamente porque estamos acostumbrados a ver películas que desarrollan sus hechos en países de sobra conocidos y estudiados; temas recurrentes que terminan chirriando y perdiendo matices más que ganándolos. Iremos al grano: en secundaria estudiamos las guerras mundiales, las civiles y los países que están implicados en estas pero nos perdimos muchos detalles en el camino. También puede ser que como a una la pillo la Logse por el medio me quedé solo con la versión reducida de la historia universal. 



Si bien es cierto, olvidamos aproximadamente la mitad de los datos que memorizamos. No obstante, estoy segura de que Dinamarca no fue uno de esos países a los que se les dedicara ni siquiera un párrafo en aquella época en la que el movimiento cultural y político de la Ilustración luchaba por hacerse un hueco en los regímenes totalitarios del siglo XVIII. Así que, por otra parte, es de agradecer que el cine haga una vez más mérito de esa intención cultural que en la actualidad ciertos políticos ven como gasto superfluo y prescindible.



Nikolaj Arcel narra la historia de la inglesa Carolina Matilde, inglesa adolescente que es empujada al matrimonio en plena adolescencia con el rey de Dinamarca Christian VII. La joven se verá inmersa en una relación sin sentido con un soberano retratado como un ser paranoico con constantes cambios de animo manipulado por un consejo de estado arcaico que hace y deshace sin oposición alguna. La británica, de ideas progresistas, verá la oportunidad de cambiar el rumbo de Dinamarca con la ayuda de un médico alemán comprometido con el movimiento de la Ilustración. Christian depositará toda su confianza en el doctor y Carolina encontrará en el germano el amor verdadero.



Lo que vemos es un drama romántico histórico con  una base cultural muy cercana a lo didáctico que narra las tortas que los progresistas de la época se dieron con las cúpulas viejunas; un relato extenso pero entretenido, cuidadoso con la puesta en escena y decorado por la nieblina típica danesa que tanto enturbió a una sociedad atada a reglas y normas totalitarias. 



Resulta curioso encontrarse a Lars Von Trier entre sus guionistas y comprobar que el danés es capaz de 'separarse' de esa corriente, el Dogma, a la que es tantas veces infiel, Esta vez no tocaba ni intentarlo y co-escribe una historia lineal, comprensible para el gran público y capaz de captar la atención a pesar de su larga duración.



Así que, como apuntaba más arriba, si son de los que poco saben sobre la historía de Dinamarca y les apetece ver un relato notable y correcto en su ejecución técnica no se pierdan Un Affaire Real -mejor traducción la que tuvieron los ingleses-. Por lo tanto, recomendada para aquellos que quieran permitirse un ratito largo de luces y sombras de la historia y disfrutar de un cine de calidad.