domingo, 16 de febrero de 2014

Vivir es fácil con los ojos cerrados

Título:Vivir es fácil con los ojos cerrados
Año: 2013
Duración: 108 minutos
País: España
Director: David Trueba
Guión: David Trueba
Reparto: Javier Cámara, Natalia de Molina, Francesc Colomer, Ramón Fontserè, Jorge Sanz, Ariadna Gil
Producción: Canal + España, Fernando Trueba Producciones Cinematográficas, Televisión Española (TVE)
Género: Comedia (Drama-Road Movie)
Premios: Mejor pelicula, mejor dirección, mejor actor protagonista (Javier Cámara), mejor actriz revelación (Natalia de Molina), mejor guión original, mejor música original (Pat Metheny). 
Valoración: *****
 




Son malos tiempos para la enseñanza, también para el cine. Resulta difícil encontrar algo para lo que el presente resulte positivo. Lamentablemente nos ha tocado vivir una época en la que los dirigentes a los que subimos a los altares -con la excusa de destinar más perras al poder empresarial- mandan al séptimo arte al principio de la fila, con el cero marginado que se queda antes de la coma. Y es que parece que Trueba no ha podido embarcarse en esta película en el mejor momento -o peor, depende como se mire- en el que su argumento se identifica tanto con los tiempos que vivimos.



La vencedora indiscutible de los Goya de este año narra una historia real, la de Antonio, un profesor de Albacete que utiliza las canciones de los Beatles para enseñar inglés a sus pupilos en 1966. La road movie comienza cuando este se entera de que John Lennon se encuentra en Almeria para rodar una película. El maestro decide ir a conocerlo para poder explicarle sus métodos didácticos. De camino recoge a Belén y Juanjo, dos jóvenes que conformaran junto a Antonio una pequeña familia unida por la incomprensión familiar, el encuentro inesperado y la música de los de Liverpool.



David Trueba destaca en su faceta como guionista. Aunque esto no implique que la dirección sea proporcional al texto, sus películas funcionan desde el papel y esto es algo que luce cuando se ven. Es un filme personal, en el que explota, como ya hizo en su ópera prima La buena vida, el perfil del personaje. Sus protagonistas son jóvenes -también lo eran en Bienvenido a casa- y se encuentran en la encrucijada de su vida, bien por adolescencia o por vacio generacional. En su última película, a diferencia de las dos anteriores, vuelve a aparecer el mismo modelo sólo que esta vez la historia paralela de la pareja queda desplazada a un fondo que sirve de revelación a unos tiempos en los que el franquismo frenaba más que dejaba correr.




El filme está lleno de metáforas que nos retrotraen a los años en los que la dictadura y la cultura impuesta en aquella época de represión no dejaban avanzar a nada ni a nadie. Una muy significativa es la del profesor y sus dos compañeros empujando el coche por el puerto unos kilómetros antes de llegar a su destino. El auto es viejo, de herencia y ya no aguanta los puertos de montaña. Unos lugareños sacuden a golpes a Juanjo en el bar; Belén se siente acosada al tropezar y ser importunada por un hombre que aprovecha la ocasión para intimidarla. Los chicos y el propio Antonio son las víctimas de un sistema que lejos de defenderlos como personas no les deja progresar, los maltrata, les hostiga y no cree en ellos. 




Luego está el propietario del bar, abandonado por su mujer y a cargo de un hijo con parálisis. En una conversación con Antonio le confiesa que teme por el día en que su único descendiente se quede sin padre, desatendido y abandonado a su suerte, problemática que no puede ser más actual. ¿Puede oirse más alto el estribillo de Help en esos planos?. Los protagonistas no dejan de ser reflejos de una realidad que les pesa tanto como un coche en punto muerto en una cuesta arriba sin nada que les ayude a ascender que no sea su propia voluntad.



Vivir es fácil con los ojos cerrados no juega con otra historia que no sea la de las dos Españas, un tema tan recurrente en el cine español como el que trató Hollywood en el género del Oeste. El mérito es que Trueba lo ha hecho desde un punto de vista amable sin que resulte un bodrio poco creible, con cierto encanto argumental y una producción ajustada al crédito de una caja de ahorros por lo que es más un milagro que un producto cinematográfico propiamente dicho.



No obstante resulta una película escueta en recursos. Vemos a los guardias civiles custodiando el rodaje de la película de Lennon, los automóviles de los sesenta y un cine con títulos de aquellos años pero poco más que nos recuerde durante todo el metraje que estamos en la España de los 60; y ya no en lo que a atrezzo se refiere sino a diálogos que en algún momento nos den datos directos sobre lo que se está viviendo en el país en aquellos momentos. Por otro lado los personajes, excepto el interpretado por Jorge Sanz, no aportan señas ideológicas, quizás por la intención de demostrar que durante la dictadura existió un sector de la sociedad que prefirió vivir alejado de todo lo que sonara a ser de un color u otro.



Más o menos merecidos los premios con los que se ha encontrado Trueba, que una cinta como esta se coloque en los primeros puestos de las noticias y que muchos decidan verla por curiosidad nos vuelve a meter en el saco de la idiosincracia del español, convertirse en patriota por unos días y volver a sentarse en el sillón de la indolencia después. Así nos va.

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